sábado, 1 de febrero de 2014

...y voces que cuentan historias...


...y te trasladan...
...y te mueven...
...y te acunan...  

Esta historia fue escrita hace cuatro años, cuando por circunstancias de la vida nos vimos con la necesidad de alejarnos de donde vivíamos en ese momento.

Esta historia es además un homenaje tierno al colegio público "El Castell", y a todo su equipo de profesores. Un lugar posible..., un lugar que merecería la pena que conocieran todos los niñ@s.  Os invito a leer y disfrutar...

"Erase una vez un cole donde existía la magía..”

“Erase una vez un cole donde a muchas niñas y niños les gustaba ir...”
“Erase una vez un cole donde los profesores jugaban y cantaban, pero no por obligación, sino porque a veces se atrevían a ser, más niños, que los propios niños...”


¿A que un cuento que empezase así sería fantástico? Pues en esta historia, este cole existe en la realidad, y yo he estado en él.
Este cole se llama "El Castell", y está en un pueblo pequeñito de Valencia que se llama Almoines.

Yo tuve la fortuna, hace cinco años, de saber de su existencia, y digo que tuve la fortuna porque Alba y Daniel, mis hijos, han disfrutado, aprendido y crecido como personas en este lugar.

El proyecto educativo de este centro es el de una
"Escuela Democrática Participativa” ¿A que suena bien? Pues dejadme que siga con el cuento...

En “El Castell” los niños tienen su espacio para opinar y ser escuchados. Dentro de el horario lectivo tienen cada semana su tiempo para hacer "Asamblea".

Aquí los niños aprenden no sólo en las aulas, sino que frecuentemente hacen salidas pedagógicas donde tienen la oportunidad de conocer cosas y lugares que también están en los libros..., pero experimentados en directo son muchísimo más interesantes...

Aquí los niños no tienen que comprar libros al comienzo del curso, lo que no quiere decir, ni mucho menos, que no tengan libros y material escolar en las aulas y en el centro.

Aquí los niños no llevan deberes a casa ni hacen exámenes (salvo en 6º donde se les enseña a hacer exámenes, para prepararles la entrada a la E.S.O.)

Os podría contar muchos más detalles de lo peculiar de este centro , pero elijo en este momento pararme en uno que a mi me ha sorprendido y gustado especialmente:

En “El Castell” los niños y niñas de tercer y cuarto curso han dedicado todo un trimestre para aprender como construir su propio poblado de cabañas.
“¡Vaaaaayaaaa!”

¡Sí, sí, cabañas hechas con cañas auténticas, palos, cuerdas y hojas de palmera! ...y todo lo que se encontraban por el camino y que ellos quisieron utilizar para decorar "su casa".

¿Quién no tiene el recuerdo de haber jugado a "las cabañas" cuando eran niños? A mi me hubiese encantado que alguien me hubiese enseñado en el cole a hacer algo así. Aunque reconozco que en el colegio al que yo fui de niña no me imagino que hubiese podido ocurrir algo así..., ¡qué pena!

En “El Castell”, los niños y niñas llevaban mucho tiempo reclamando que querían construir cabañas en el patio. Y se les escuchó, y se pensó que ya que este curso, que estaba dedicado de manera temática en el colegio, al tema de "Darwin y la evolución”, podía ser un buen momento para que los niños compartiesen con los adultos una experiencia como esta.

Para mi hija de ocho años ha sido una experiencia genial. No sólo ha construido, en equipo, una cabaña que ellos mismos han diseñado, sino que Alvar y Dani (los adultos que les han ayudado) le han enseñado también qué plantas pueden y cuales no comer en el campo, qué hacer si se hacen una herida y cómo utilizar un recurso de la naturaleza para cortar una hemorragia. Además de muchas más cosas que ya me gustaría a mi saber.

Durante tres meses que ha durado la experiencia los niños han jugado-aprendido-negociado-discutido-reído-llorado, todo al mismo tiempo. Han vivido y experimentado cosas que, estoy segura, no olvidarán jamás.

“... Erase una vez...” y en esta historia, como ocurre en todos los buenos cuentos, aparecen también personajes, digamos..., “que dificultan el desarrollo de la trama”, (o sea, los malos de la película...).

Este es el momento en el que a algunas mamás y papás les toca convertirse en “los ogros del cuento”.

(Que nadie se lo tome a mal, pero no hay ninguna buena historia en la que no haya malos y buenos. Disney y compañía lo tienen claro desde hace mucho tiempo...)

¡Entonces es cuando empieza el momento de más tensión del relato...! Mamá y papá aparecen en el poblado y se llevan las manos a la cabeza diciendo muy enfadados:

“¡Gggggrrrrrrrrr!”, “¡¿Pero esto que es?!”
“¡¿Esto de hacer cabañas para que sirve?!”
“¡En el colegio!”
“¡Las cabañas no sirven para nada!”
“¡Además se pudrirán!”
“¡¿Mi hijo ha estado todo un trimestre perdiendo el tiempo con esto?!”
”¡¿Y qué pasa con las matemáticas y la lectura?!”
“¡Yo no traigo a mi hija al colegio para que juegue!”

...yo, que miro la escena desde otro lado, porque aún no sé que papel juego en esta película... observo y pienso muchas cosas, y siento algunas más.

Como parece ser que me ha tocado ser la narradora de esta historia, les querría decir a estas madres y padres, que posiblemente entiendo como se sienten. Cuando pienso en mis hijos también siento miedo a veces. Todos los padres “queremos lo mejor para nuestros hijos”. Lo sabemos.

Cuando pienso en si habré hecho lo mejor para ellos..., cuando pienso en si estarán bien alimentados, cuando pienso en si tendrán “buenas compañías”, cuando pienso tantas y tantas cosas... Y con tanto y tanto pensar me doy cuenta de que me agoto. Y con tanto y tanto pensar me doy cuenta de que río menos, juego menos y además de dormir poco siento que no disfruto de las cosas...

Después de que nos hubiésemos atrevido a compartir nuestros temores con respecto a la educación de nuestros hijos, yo os invitaría a que, sin pensar, nos diésemos un abrazo.

¡Un abrazo de esos de verdad!, ¡no de los de compromiso! ¡Un abrazo de esos que calman los excesos de la cabeza y calientan de manera amable el corazoncito, y las tripas!.

Después de hacer esto quizás estaríamos un poco mejor preparados para acercarnos a nuestros hijos y quizás también, ¿por qué no? podríamos dejar que ellos nos enseñen..., y aprender un poco de ellos.

Este sería el momento del cuento en el que “los buenos de la peli” (siempre son los niños...) se darían cuenta de que en el fondo “los ogros no son tan malos”, que lo que realmente les pasa es que están asustados..., confundidos..., y solos. Y por eso se les pone “esa cara así”, “de ogros”, y llegan gritando y diciendo cosas en un lenguaje que los niños no entienden.

En este cuento las niñas y los niños nos invitarían después a acercarnos a conocer su poblado, porque lo cierto es que lo que más les apetece en el mundo mundial, (más que la nintendo y la wii, os lo puedo asegurar...), es compartir un instante de juego con vosotras y vosotros.

Entonces es cuando nos tocaría ponernos la ropa más cómoda y sucia que tengamos por casa (para no estar pendiente de “si se me arruga o se me mancha...”, ya sabéis...) , y nos acercaríamos al poblado que han construido nuestros hijos e hijas.

Yo ya he estado allí, y cuando entréis os daréis cuenta de que es casi imposible no quedarse fascinados con el trabajo que han hecho.

Pedidle a vuestros hijos que os lleven a “sus casas de palos” y os muestren lo que han hecho. Si en ese instante miráis en sus ojos vais a poder ver: orgullo, satisfacción, responsabilidad y alegría. Y quizás os pase como a mi, que entonces, como por arte de magia, veáis crecer a vuestros hijos delante de vuestros ojos.

Permitid a vuestros hijos que, con la visita a su poblado, “os lleven, quizás, de viaje”, a una isla desierta de El Caribe”, porque si os atrevéis a entrar en su juego, además de que podréis entender mejor el sentido pedagógico de esta experiencia, podréis recuperar por un instante vuestros cuerpos y corazones de niñas y niños. Y sobre todo pasaréis un instante mágico de verdad al lado de vuestros hijos...

“...Erase una vez un pueblo donde los niños y las niñas decidían quemar en una hoguera todos sus móviles, nintendos, wiis..., porque en esta hoguera, que ardía en medio de una celebración..., compartían una fiesta en la que sus padres y madres reían y jugaban de nuevo con ellos...”

...Y podría contar muchas más cosas sobre esta historia y este lugar, pero mejor os dejo que vosotras mismas vayáis y lo conozcáis.

“...Erase una vez un cole normal..., un cole de un pueblo sencillo, con gentes sencillas, como tú y como yo. Un cole público donde los niños, las niñas, y los adultos que se atreven..., pueden compartir la magia de aprender juntos..., y donde si se atreven, pueden volver a sentirse niños al lado de sus hijos...”

Nota:
Y como a mi me gustan las historia que acaban con una sonrisa, ya sabéis, si después de visitar con vuestros hijos e hijas su poblado de cabañas aún tenéis dudas sobre la utilidad de que esto aparezca en su currículo académico y profesional... Pensad que quizás no les sirva para acceder a un puesto de funcionario, pero siempre les queda la posibilidad de irse a una isla del Pacífico y triunfar en los reality-shows de la tele que ahora están tan de moda y dan tanto dinero a algunos...

(Pretende ser sólo un chiste...)

FIN